miércoles, 24 de noviembre de 2010

Pastillas contra el dolor ajeno

Médicos sin Fronteras ha lanzado una magnífica campaña solidaria. En ella solicita la ayuda de todos para seguir trabajando en la difícil tarea de erradicar multitud de enfermedades casi inexistentes en el Primer Mundo, pero que siguen siendo letales entre la población del Tercer Mundo.

La idea brillante que se les ha ocurrido se llama "Pastillas contra el dolor ajeno". Se trata de vender en farmacias unas pastillas (caramelos de menta) que no curan los males de las personas que las adquieren si no que serán el remedio para curar las enfermedades de los más olvidados, de los más indefensos. Su precio es de 1€.

Desde el punto de vista técnico-publicitario me parece una maravilla de creatividad y por supuesto, a nivel social y solidario es digno de elogio.

martes, 23 de noviembre de 2010

3º Kyu aprobado

Aunque la semana pasada fue muy complicada y difícil, no falté a mi cita de curso y examen de Karate que estaba programada para este fin de semana. Sinceramente, no me sentí con fuerzas ni ánimo para acudir en plenas condiciones, pero confié en que mi esfuerzo diario hubiera hecho gran parte del trabajo por mi. La cosa no salió mal y aprobé mi nuevo grado.
De hecho aprobamos los 21 que nos presentamos, así que desde aquí mi enhorabuena a tod@s.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Aceptar y dejarlos ir

Es difícil aceptarlo.

Quizás sea la situación más complicada de afrontar de toda nuestra existencia. Aunque es la única totalmente cierta y verdadera y además nos es revelada desde el mismo momento en que comienza nuestro camino por la vida, no logramos hacernos a la idea de que este camino tiene un final.

Diferentes formas de afrontar este momento se nos ofertan desde muy diferentes púlpitos y atriles, no juzgaré ninguna de ellas, ya que todas las supongo como una guía rápida o manual de instrucciones para optimizar el bienestar y la felicidad del tiempo que tengamos por vivir. No me cabe ninguna duda de que cualquiera que no sea capaz de subirse al carro de cualquiera de estas recetas de resignación espiritual normativa, tendrá un camino algo más amargo y complicado cada vez que se enfrente a la pregunta, ¿Por qué?. Cada vez que ese momento se presente de forma más o menos cercana, es posible que su resistencia o desconocimiento de respuesta alguna a dicha pregunta, le provoque una cierta ira y se revele ante cuanto le rodea, incluso llegando a maldecir su condición de ser vivo.

Mi condición de agnóstico me ha llevado a sentir, en multitud de ocasiones, esta sensación que os comento. Bajo mi experiencia, no es algo que sea sostenible a lo largo de una vida más o menos prolongada. La amargura acabaría contigo poco a poco.

Por propia salud mental, a lo largo del tiempo, he sentido la necesidad de ir buscando alguna posible respuesta que, por supuesto, no fuera en contra de ninguna de mis no creencias y que a su vez fuera relajando la tensión que se me presenta cada vez que la eterna pregunta llega a mí como sin querer, sin saber cómo ni por qué.

Hasta ahora no he conseguido avanzar mucho en este sentido, pero sí que soy consciente de que algo ha cambiado en mí. Mi resignación siempre ha vivido en permanente batalla contra mí ciega en lo que yo llamo Curso Natural (resumido: todo ser nace, realiza su función vital y desaparece para dar paso a otro nuevo ser que comenzará su propio ciclo). Ante esto no me queda mucha salida posible, no?. Mi propio egoísmo en situaciones extremas, me ha llevado a revelarme incluso ante mi propia existencia, “Yo no elegí existir para cumplir ninguna función, si el precio que tengo que pagar es tan doloroso, quizás no me hubiera merecido la pena”.

Ahora creo tener superado este tipo de episodios y por nada del mundo cambiaría el haber tenido la oportunidad de existir, de vivir, de conocer, de dar, de compartir, de querer, de amar. Si bien todo este sentimiento positivo podría hacerme más cuesta arriba el momento de aceptar el tiempo finito de tales sensaciones, he aprendido a aceptar que el privilegio de existir también trae ligado el sentimiento inherente del sufrimiento y el dolor. A través de esta confirmación he sido capaz de formarme mi propia respuesta liberadora.
En mi opinión, de forma natural, los seres vivos van desgastándose poco a poco a consecuencia de su tiempo vital, de su tiempo de divertirse, de su tiempo de amar, de su tiempo de conocer, de su tiempo de compartir, de su tiempo de sufrir. El propio convencimiento de que esto sucede, la sensación cada vez más evidente de que los momentos de dicha son menos paladeables a consecuencia de los momentos de dolor o sufrimiento natural, deben ser prueba más que suficiente para la aceptación y resignación del final. Sin ira, sin dolor, sin miedo.

Estoy convencido de que la Naturaleza nos presentará ante nuestro final de forma en que nos vayamos sin ningún temor y con un convencimiento real de que debe ser así. A los que nos quedamos, sólo nos queda olvidar el egoísmo personal y dejarlos ir con la satisfacción de saberse parte importante de su recorrido.

Aún me queda encontrar alguna respuesta decente para los finales prematuros y traumáticos. Hasta ahora no les encuentro ningún sentido y mi frustración ante ellos no es en absoluto contenible ni controlable. Imploro no tener que enfrentarme a ninguno de estos casos.

PD:

Dichoso soy de tu aliento,
dichoso de tu risa y caricias.
Guardián de tu viento
y testigo de tu furtiva huida.


Para ti cada pensamiento
desde el interior de mi torre vigía.
No habrá dolor ni resentimiento
sólo la alegría de tu recuerdo, María.